El Valencia alza la vista en LaLiga

Logra en Vigo su segunda victoria lejos de Mestalla. El Celta perdió a Aspas tras marcar.

Los jugadores del Valencia celebran el segundo gol al Celta.

El Valencia ha aprendido a resolverse en el barro, a sobrevivir a fuerza de sobreponerse a errores. No le queda otra. Muchas de las dificultades que le han impedido mirar hacia arriba son culpa suya. El guion de siempre se repitió en Balaídos, donde el mono de trabajo le permitió sumar la segunda victoria lejos de Mestalla. Y respirar.

Aún no había anclado su once removido por Bordalás al césped de Balaídos cuando se vio con el marcador en contra. Otra vez. Habían avisado los valencianistas con un saque de esquina que quiso rematar Guillamón, de nuevo con traje de central, en el segundo palo de un inseguro Dituro, pero lo que les salió bien fue conceder ventaja. Otro error grosero, mortal ante la picardía de Iago Aspas. Alderete, adelantado, jugó a esconderle la pelota a Denis y lo desnudó Brais Méndez con un robo que habilitó a Aspas para caracoleando esquivar a Guillamón, amagar y de puntera batir al central y a Cillessen.

A la alegría de Balaídos celebrando el gol le puso sordina el capitán cuando en plena celebración pidió el cambio. Le alcanzó para quitarse la camiseta, ver la amarilla que le hará cumplir ciclo y lamentarse de su mala suerte. A sus chicos sólo les podía dejar un trabajo limpio en forma de ventaja que a punto estuvo de engordar Brais en otro despiste de la zaga valencianista que corrigió Gayà.

Sin embargo, con Vigo vestido de Navidad, el regalo fue correspondido. Presionó con fe Maxi Gómez el saque de puerta en corto de Dituro, le hizo dudar y su pase a Tapia lo interceptó Hugo Duro para hacer su quinto gol de la temporada. Tras los agasajos y la ausencia de Aspas apareció otro partido.

LA VUELTA DE PICCINI

El Celta olió la debilidad valencianista en la banda derecha, donde Bordalás no tuvo más remedio que alinear al italiano Piccini tras meses de lesión. Le tocó sufrir ante los arreones de Cervi y, sobre todo, de Javi Galán, tanto que necesitó el aliento de Carlos Soler. Se sostiene el Valencia desde hace semanas con el corsé en el centro del campo, tres hombres con la misión de contener a los rivales, entre los que se coló el joven Koba, para lanzar transiciones rápidas a Hélder Costa y Hugo Duro para asociarse con Maxi. El talento de Guedes esperó en el banquillo.

Sin estar cómodo, era el Chacho Caudet quien veía a su equipo con el manejo de la pelota con Beltrán y Brais Méndez cada vez más sueltos. Lo corrigió el banquillo del Valencia retirando a Koba para imponer el músculo de Racic, pero antes de que se vieran los efectos, una anticipación con recuperación de Gayà a Kevin Vázquez se convirtió en una asistencia que Maxi no desaprovechó. Pidió perdón el uruguayo, de pasado celtiña, pero necesitaba ese tanto terapéutico tanto como su equipo, para quien Gayà se ha convertido en un arma incontrolable.

Trató de volver a hilvanar el Celta, pero se encontró con un rival, ahora sí, dispuesto a fajarse, a no dejar pensar a Denis Suárez y Brais Méndez. Sin ellos, y sin Aspas, el Celta se deshincha pese a los intentos de remate del incombustible Santi Mina. Se pudo encontrar con el tercero en contra si otro centro de Gayà tocado por Maxi en el segundo palo lo hubiera enganchado a puerta Soler. Pero también quiso Brais probar a Cillessen con una chilena. Golpe por golpe.

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