Por tercer partido consecutivo en Europa, Luis Suárez, autor de un doblete ante el Alavés, volvió a quedarse en el banquillo.
Lo primero que hizo Simeone nada más sentarse en la sala de prensa del Etihad fue pedir perdón. Se disculpaba por su voz rota, tras una batalla de 90 minutos tratando de corregir con su garganta los movimientos de su equipo. Intentando resolver los constantes problemas que se encontraron sus jugadores, frente a un City que no dio respiro. «Posiblemente son el mejor equipo del mundo. Pero con humildad, competiremos. ¿Hasta dónde? Hasta donde nos dé», sostenía con ese hilo de voz el argentino, satisfecho en cierto modo por poder presentarse dentro de una semana con opciones de poder asaltar las semifinales. Al menos, eso dice el 1-0 de la ida.
Más allá de la bala de fogueo que malgastó Llorente, el Atlético no lanzó a puerta durante un exigente primer asalto en el lado más salvaje de la ciudad de Manchester, donde el fútbol suele derramarse con la misma intensidad que la lluvia. Aún así, el Manchester City, dominador sin discusión de la noche, sólo disparó en dos ocasiones. Una, eso sí, entró. «Son muy buenos haciendo esto, llevan muchos años juntos. No esperaba ganar 3-0 o 4-0. Sé el equipo al que nos enfrentamos, sé que tienen mucha paciencia y nosotros tampoco queríamos conceder muchas ocasiones», resumía Pep Guardiola, que ya había experimentado en 2016 la picadura rojiblanca.
Guardiola se refirió también de ese sistema 5-5 del Atlético: «En la Prehistoria, hoy y en 100.000 años es muy difícil atacar un 5-5». Una afirmación a la que, antes de subirse al avión de regreso a Madrid, dio réplica Koke, el capitán rojiblanco, a través de su cuenta de Instagram, con un: «Enamorado de tu historia desde la Prehistoria». Un mensaje escrito junto al escudo del Atlético y un: «Orgulloso de ser del Atlético». Está claro que la mecha del segundo round ya está encendida.
Porque a Griezmann y Joao Félix les tocó asumir un extraño papel sobre el césped. Se vistieron de extremo izquierdo y extremo derecho, respectivamente, para contener el torrente ofensivo del City. Una posesión del 70% que, sin embargo, apenas se traduciría en ocasiones. Ellos eran parte indispensable del blindaje ideado por Simeone. «Si se valora el ataque coral, también hay que valorar la defensa fuerte y sin vergüenza», reclamaba el técnico argentino, que contuvo el caudal ofensivo de un equipo, el de Guardiola, que ha marcado 70 goles en la Premier y 24 en la Champions.
Hubo debate sobre ese muro por delante de Oblak que planteó Simeone para salir vivo del Etihad. Un planteamiento que mantuvo a raya al City durante más de una hora. En 2014, el Chelsea de Mourinho, ya en semifinales, le planteó una batalla táctica similar en el Vicente Calderón que acabó sin goles. Todo se resolvería en Stamford Bridge, en favor de los rojiblancos. Esta vez, la eliminatoria se decidirá en Madrid. «Espero humildad y entender cuál es el camino», apostillaba el técnico argentino, tratando de rescatar un último hilo de voz.
Quien volvió a presenciar el partido desde el banquillo fue Luis Suárez. Por tercera noche consecutiva en Champions, las tres frente a equipos de Manchester, el uruguayo, que venía de firmar un doblete ante el Alavés, no pisó la hierba para echar una mano a sus compañeros. Un capítulo más para una temporada con tintes desconocidos para el uruguayo. Aunque Simeone no agotó los cambios, el delantero, de 35 años, regresó al vestuario con las botas sin manchar.
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