El Girona rompe su malditismo y logra en Tenerife el ascenso a Primera

El equipo gerundense vence en el Heliodoro Rodríguez López y deja atrás su mal fario en los ‘playoff’ (1-3). Míchel aloja por tercera vez a un equipo en Primera tras sus éxitos en el Rayo y el Huesca.

Stuani celebra su gol en Tenerife.

Tanto había interiorizado su malditismo el Girona que toda lucha por ascender se había convertido en una tortura insoportable. Hasta cuatro veces había perdido una final del playoff, las dos últimas consecutivas y al amparo de Montilivi. Tuvo que ser en las peores condiciones posibles, en un intimidante Heliodoro Rodríguez López y ante un Tenerife al que le hubiera bastado con el empate por su mejor clasificación, donde los gerundenses se arrancaron el mal fario. Un gol de penalti de Stuani, quién si no, otro del prometedor Álex Baena y uno más de Arnau en el ocaso permitieron el regreso del Girona a Primera tres años después (1-3). Un éxito sólo descifrable a partir de la figura de su entrenador, Míchel Sánchez, que en su día ya ascendió al Rayo y al Huesca. Un técnico que convirtió la fe en motor vital del grupo.

En la antesala, Luis Miguel Ramis, entrenador del Tenerife, había procurado juguetear con las emociones de sus futbolistas en busca del asalto a la primera categoría, zona que el equipo chicharrero no pisa desde hace 12 años. «¡Salid ahí y ser felices!». Aunque cuesta advertir felicidad alguna cuando está en juego mucho más que un ascenso, sino un giro en tu carrera profesional. A los futbolistas del Tenerife, con menos tablas que los gerundenses en esta clase de duelos sobre el patíbulo, les venció primero el miedo, después el vértigo.

El Girona debió intuir el regreso de sus demonios al ver cómo Iván Martín salía llorando del campo al cuarto de hora. Corredera se lo había llevado por delante. En su lugar entró el díscolo Samu Saiz, mediapunta que en abril parecía condenado tras enfrentarse a Míchel. No solo no fue así, sino que acabó la noche tinerfeña dándole un emotivo abrazo a su entrenador.

Fue precisamente el ex jugador del Leeds, con un martillazo desde fuera del área, el primero en probar la fiabilidad del meta Soriano. La jugada sirvió como prólogo del gol del Girona a cinco minutos del final del primer tiempo.

EL PENALTI

Sergio González intentó disimular, aunque con escasa convicción. Rechazó el disparo de Juanpe con la mano en el área frente al árbitro. Y pocos futbolistas hay tan fiables desde los once metros como Stuani, eterno en su idilio con el gol.

El Tenerife no tenía otra que cargar. Y lo hizo con una furia inusitada tras el descanso, amontonando centros al área a la espera de que el Girona reventara. Carlos Ruiz, que a sus 38 años es el jugador más veterano que vistió nunca la camiseta blanquiazul, fue quien voló en el segundo palo para atrapar el empate. Pero Samu Saiz, desatado, volvió a arrancar por la garganta del campo. Y Álex Baena, cedido por el Villarreal, tiró un centro que acabó por colarse José León en su portería. Los hinchas del Heliodoro respondieron tirando botellas de plástico, impactando una de ellas en la espalda de Stuani.

Con el tercer gol, del que se encargó el jovencito Arnau, el estadio ya sólo pudo rendirse al silencio. Y a la evidencia de que, esta vez sí, el Girona no desperdiciaría su oportunidad.

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